FORMARSE EN COMUNIDAD: UNA SEMANA EN EL FICG40

A pesar del calor de estos días, cruzar las puertas de la Cineteca o del Conjunto Santander de Artes Escénicas, durante el Festival Internacional de Cine en Guadalajara, siempre se siente como una bocanada de aire fresco. Me renueva el entusiasmo y me da la certeza de estar en el lugar correcto. 

En estos espacios no sólo se proyectan películas, también se construye una comunidad. Aquí me siento cerca de las y los realizadores que me inspiran, cuyas películas he visto con admiración y que ahora caminan por los mismos pasillos, dispuestos a compartir su experiencia. He tenido la fortuna de convivir con creadores de cine como Samuel Kishi, Bertha Navarro y Mónica Lozano.

Además, como estudiante de cine y aspirante a formar parte de esta industria, ha sido especialmente valioso participar en actividades del programa piloto Industria en Formación. Este lugar no sólo me ha permitido aprender de profesionales con una trayectoria consolidada, sino también acercarme a ellos, hacer preguntas, resolver dudas y recibir consejos que difícilmente se olvidan.

Durante el segundo día del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG40), tuve la oportunidad de asistir a la inauguración de la muestra del Puerto Rico Film Festival, donde se llevó a cabo el estreno internacional de Parto (2025), una película puertorriqueña dirigida por Vivian Bruckman. 

Parto es una obra poderosa que pone en el centro la experiencia femenina y, con una mirada sensible, desafía los estereotipos que tradicionalmente rodean a la maternidad. Al finalizar la función, me acerqué a la directora para conversar brevemente con ella. 

Bruckman me recibió con mucha calidez y me compartió que el FICG ha sido un espacio importante en su carrera desde sus inicios, cuando presentó su primer cortometraje, y que volver ahora con un estreno internacional le resultaba profundamente emotivo. Le pedí un consejo para quienes, como yo, estamos dando nuestros primeros pasos en la industria. Su respuesta estuvo cargada de fuerza: “Sigan filmando desde el amor y la pasión”. 

Esa misma noche, asistí a un coctel donde coincidimos estudiantes de cine de distintas universidades como el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), la University of Advanced Technologies Universidad (UNIAT), CINEMA y el Tec de Monterrey, entre otras. Aunque todos veníamos de contextos distintos, nos unía la misma pasión e intención de conocer más personas. El ambiente era muy cálido, había música y nos ofrecieron bebidas y alimentos deliciosos. Pero, más que eso, durante el evento pudimos crear un espacio para conocernos y descubrir que no estamos solos en este camino de formación.

También estuvieron presentes representantes de la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña (ESCAC), una institución reconocida internacionalmente y alma máter de cineastas como Juan Antonio Bayona. Nos compartieron la historia de la escuela, los logros de sus egresados y las oportunidades de becas que ofrecen para estudiantes internacionales interesados en seguir formándose en diversas áreas del cine. 

Debo confesar que llegué al evento con algo de nervios. Sabía que implicaría conocer a gente nueva, salir de mi zona de confort. Pero bastaron unos minutos para sentirme parte de algo más grande. Todas las personas tenían bastante apertura y curiosidad. Sentí una energía especial, pues a pesar de que aún estamos aprendiendo, ya estamos soñando en grande.

Al día siguiente, en el tercer día del festival, tuve la oportunidad de asistir a una proyección muy especial: un cortometraje aún en proceso, titulado 8 maneras de morir, dirigido por Mar Novo. La historia es conmovedora y orgullosamente tapatía. Lo más valioso del encuentro fue que no se trató sólo de ver la obra, sino de formar parte de su crecimiento. 

En la sala estaban presentes la directora, integrantes del equipo de producción y diversas personas de la industria que, al finalizar la función, compartieron sus opiniones y ofrecieron retroalimentación. Fue un diálogo muy enriquecedor donde el cine se sintió como algo que se construye en conjunto. 

Mar Novo compartió con el público parte de su proceso creativo, los orígenes de su historia y los desafíos que enfrentó para darle forma. Escucharla hablar sobre su búsqueda artística fue muy inspirador. Me permitió ver no sólo entender el resultado, sino también lo que hay detrás de una obra; la duda, intuición y vulnerabilidad.

Para mí, y estoy segura de que para muchas y muchos ahí presentes, fue un momento invaluable. Además de lo que aprendimos sobre los procesos de producción, encontré muy valioso que un festival abra la puerta a la conversación y a la posibilidad de que una historia en construcción se fortalezca con la mirada de otros.

En el cuarto día del festival, estuve presente en un encuentro muy esperanzador, un espacio dedicado al diálogo entre escuelas de cine. Participaron representantes de instituciones como la Escuela Internacional de Cine y TV (EICTV), el Centro de Arte, Arquitectura y Diseño (DIS), el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (ENAC), el ITESO, el Centro, la Facultad de Cine, UNIAT y el Tec de Monterrey. Más allá de los nombres, lo que verdaderamente conmovió fue el espíritu de colaboración de todas las personas. Cada representante compartió la visión formativa de su escuela desde sus propias trincheras, con un profundo compromiso por el arte. Hablaron de sus desafíos, de sus logros, pero sobre todo de sus sueños compartidos: formar a una nueva generación de cineastas sensibles, críticos y comprometidos con sus historias.

El agradecimiento hacia el FICG por abrir este espacio fue general. La iniciativa nos permitió conocer las distintas perspectivas pedagógicas y dejó claro que, aunque cada escuela tiene su propio camino, hay un objetivo común: construir una comunidad sólida y generosa dentro de la industria cinematográfica. Fue un momento que dejó claro que el cine también se construye desde la educación y que la unión entre escuelas es un paso vital para fortalecer el futuro del cine en México.

En el último día del programa Industria en Formación, tuve la oportunidad de asistir a una de las proyecciones más significativas de toda mi experiencia en el festival: Cine Sordo. Una docuserie producida por alumnos de la escuela Cinema. El proyecto registra el trabajo de un grupo de estudiantes sordos que, con mucho compromiso, desarrollaron un glosario en Lengua de Señas Mexicana (LSM) para cineastas sordos, el cual después enseñaron a alumnos oyentes dentro de su misma universidad. Ver el documental fue profundamente conmovedor. No sólo por la sensibilidad con la que fue realizada, sino porque visibiliza a la comunidad sorda dentro del ámbito cinematográfico, un espacio donde históricamente han sido poco representados. La docuserie no se limita a mostrar un problema, propone una solución desde la colectividad y la inclusión.

Al finalizar la proyección, uno de los protagonistas del proyecto: Omar, se levantó frente al público y nos enseñó el alfabeto en LSM. Nos mostró cómo se puede establecer una comunicación clara y respetuosa en un set con personas sordas. Aprendimos palabras esenciales para un rodaje como “guion”, “producción”, “escena”,  “plano”, entre otras. Este evento me pareció profundamente valioso, pues es un paso firme hacia la diversificación del cine en México y hacia un lenguaje verdaderamente inclusivo tanto dentro como fuera de la pantalla. Ojalá iniciativas como Cine Sordo se multipliquen y puedan inspirar a comunidades cinematográficas en todo el mundo. 

Participar en las actividades del programa Industria en Formación fue muy significativo para mí. Me hizo darme cuenta de que no estoy sola en este camino, muchas otras personas también atraviesan por el mismo proceso de formación, con las mismas dudas, ilusiones y temores. La universidad es una etapa muy emocionante, pero también puede ser incierta y a veces frustrante. Conocer a otras y otros estudiantes que están en el mismo trayecto me hizo sentir acompañada y, sobre todo, llena de esperanza.

Además, tener la oportunidad de aprender directamente de profesionales de la industria que admiro y descubrir que están dispuestos a escucharte y compartir sus experiencias, fue muy inspirador. Saber que ese puente generacional está abierto a acompañar el crecimiento de quienes venimos detrás, me llena de confianza. Hoy, al terminar esta etapa del festival, estoy emocionada, motivada y con el corazón lleno de ganas de seguir soñando y creando mi lugar dentro de la comunidad cinematográfica en México. Porque el cine también se hace de encuentros y este fue uno que no voy a olvidar.

Escrito por Dulce Gálvez (dulce.galvez.herrera@gmail.com), 

Estudiante de Comunicación con especialización en Producción y Dirección Cinematográfica.

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